viernes, 22 de junio de 2012

En los tiempos que corren, hay que ser de piedra para sobrevivir.

Pues si, así es. Los sentimientos ahora no se llevan. Las tecnologías y todos los tipos de avances estan empezando a conseguir que olvidemos nuestros impulsos básicos. Un día eres el mundo de alguien, y justo al  día siguiente no eres absolutamente nadie. Es tan triste como cierto. Las personas siempre se han apoyado de las emociones para poder ser, para poder expresarse y para, en esencia, llegar a valorar la vida. Pero ya no, ahora, el juego no ha cambiado pero las reglas si. Si sientes, estas perdido, si te muestras como puedes llegar a ser, echo trizas. 
El mundo tiene miedo a ser ellos mismos, a que al día siguiente pueda utilizar eso en su contra, en que su punto más fuerte sea a la vez el más débil. Es más fácil ser autosuficiente, no ser nada para nadie, y no tener a nadie como algo. Lo peor es que nunca sabes la magnitud de las consecuencias de tus actos. 
Posiblemente, esto sea el mayor error o el mayor acierto de mi vida, pero no queda otra. Aunque, posiblemente te des cuenta de lo que tuviste, o pudiste tener cuando, un día cualquiera, llegues y abras la nevera, medio vacía, media lechuga, una pizza, seis cervezas, muestras de que tu vida no llega a llenar la mitad de esa nevera, y no hay nada para saber como está de llena tu vida como una nevera. Llegarás al sofá, cambiarás la tele sin importante nada de lo que hay, recordando que en algún tiempo, la tele no era necesaria para divertirte, que tenias el placer de un canal personalizado, ella. 
Y posiblemente, llegues tan tarde, que no la reconozcas, que sea tan fría como lo fuiste tú, o que aprendiera a sentir, a vivir. Aunque ahora optaría por la primera opción.
Porque seré como el mundo me haga ser, hasta que pueda ser como siempre quise. 

Y, el tiempo  es solo suyo y comprendí, las cosas no suceden porque sí.
 No me quedan ganas de sentir.

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